miércoles, 21 de agosto de 2013

Consejos de San Jose Maria Escriva (LAS LUCHAS)


 CONSEJOS RESPECTO LAS LUCHAS

No todos pueden llegar a ser ricos, sabios, famosos... En cambio, todos -sí, "todos"- estamos
llamados a ser santos.

Ser fiel a Dios exige lucha. Y lucha cuerpo a cuerpo, hombre a hombre
-hombre viejo y hombre de Dios-, detalle a detalle, sin claudicar.

La prueba, no lo niego, resulta demasiado dura: tienes que ir cuesta arriba, a "contrapelo".
-¿Qué te aconsejo? -Repite: «omnia in bonum!», todo lo que sucede, "todo lo que me sucede",
es para mi bien... Por tanto -ésta es la conclusión acertada-: acepta eso, que te parece tan
costoso, como una dulce realidad.

Hoy no bastan mujeres u hombres buenos. -Además, no es suficientemente bueno el que sólo
se contenta con ser casi... bueno: es preciso ser "revolucionario".
Ante el hedonismo, ante la carga pagana y materialista que nos ofrecen, Cristo quiere
¡anticonformistas!, ¡rebeldes de Amor!

La santidad, el verdadero afán por alcanzarla, no se toma pausas ni vacaciones.

Algunos se comportan, a lo largo de su vida, como si el Señor hubiera hablado de
entregamiento y de conducta recta sólo a los que no les costase -¡no existen!-, o a quienes no
necesitaran luchar.
Se olvidan de que, para todos, Jesús ha dicho: el Reino de los Cielos se arrebata con violencia,
con la pelea santa de cada instante.

¡Qué afán tienen muchos de reformar!
¿No sería mejor que nos reformáramos todos, cada uno, para cumplir fielmente lo que está
mandado?

Chapoteas en las tentaciones, te pones en peligro, juegas con la vista y con la imaginación,
charlas de... estupideces. -Y luego te asustas de que te asalten dudas, escrúpulos, confusiones,
tristeza y desaliento.
-Has de concederme que eres poco consecuente.

Después del entusiasmo inicial, han comenzado las vacilaciones, los titubeos, los temores. -Te
preocupan los estudios, la familia, la cuestión económica y, sobre todo, el pensamiento de que
no puedes, de que quizá no sirves, de que te falta experiencia de la vida.
Te daré un medio seguro para superar esos temores -¡tentaciones del diablo o de tu falta de
generosidad!-: "desprécialos", quita de tu memoria esos recuerdos. Ya lo predicó de modo
tajante el Maestro hace veinte siglos: "¡no vuelvas la cara atrás!"

Hemos de fomentar en nuestras almas un verdadero horror al pecado. ¡Señor -repítelo con
corazón contrito-, que no te ofenda más!
Pero no te asustes al notar el lastre del pobre cuerpo y de las humanas pasiones: sería tonto e
ingenuamente pueril que te enterases ahora de que "eso" existe. Tu miseria no es obstáculo, sino
acicate para que te unas más a Dios, para que le busques con constancia, porque El nos purifica.

Si la imaginación bulle alrededor de ti mismo, crea situaciones ilusorias, composiciones de
lugar que, de ordinario, no encajan con tu camino, te distraen tontamente, te enfrían, y te
apartan de la presencia de Dios. -Vanidad.
Si la imaginación revuelve sobre los demás, fácilmente caes en el defecto de juzgar -cuando
no tienes esa misión-, e interpretas de modo rastrero y poco objetivo su comportamiento. -
Juicios temerarios.
Si la imaginación revolotea sobre tus propios talentos y modos de decir, o sobre el clima de
admiración que despiertas en los demás, te expones a perder la rectitud de intención, y a dar
pábulo a la soberbia.
Generalmente, soltar la imaginación supone una pérdida de tiempo, pero, además, cuando no
se la domina, abre paso a un filón de tentaciones voluntarias.
-¡No abandones ningún día la mortificación interior!

No me seas tan tontamente ingenuo de pensar que has de sufrir tentaciones, para asegurarte
de que estás firme en el camino. Sería como si desearas que te parasen el corazón, para
demostrarte que quieres vivir.

No dialogues con la tentación. Déjame que te lo repita: ten la valentía de huir; y la
reciedumbre de no manosear tu debilidad, pensando hasta dónde podrías llegar. ¡Corta, sin
concesiones!

No tienes excusa ninguna. La culpa es sólo tuya. Si sabes -te conoces lo suficiente- que, por
ese sendero -con esas lecturas, con esa compañía,...-, puedes acabar en el precipicio, ¿por qué te
obstinas en pensar que quizá es un atajo que facilita tu formación o que madura tu
personalidad?
Cambia radicalmente tu plan, aunque te suponga más esfuerzo, menos diversiones al alcance
de la mano. Ya es hora de que te comportes como una persona responsable.

Mucho duele al Señor la inconsciencia de tantos y de tantas, que no se esfuerzan en evitar los
pecados veniales deliberados. ¡Es lo normal -piensan y se justifican-, porque en esos tropiezos
caemos todos!
Oyeme bien: también la mayoría de aquella chusma, que condenó a Cristo y le dio muerte,
empezó sólo por gritar -¡como los otros!-, por acudir al Huerto de los Olivos -¡con los demás!-,...
Al final, empujados también por lo que hacían "todos", no supieron o no quisieron echarse
atrás..., ¡y crucificaron a Jesús!
-Ahora, al cabo de veinte siglos, no hemos aprendido.

Altibajos. Tienes muchos, ¡demasiados! altibajos.
La razón es clara: hasta aquí, has llevado una vida fácil, y no quieres enterarte de que del
"desear" al "darse" media una distancia notable.

Como necesariamente, antes o después, has de tropezar con la evidencia de tu propia miseria
personal, quiero prevenirte contra algunas tentaciones, que te insinuará entonces el diablo y que
has de rechazar enseguida: el pensamiento de que Dios se ha olvidado de ti, de que tu llamada al
apostolado es vana, o de que el peso del dolor y de los pecados del mundo son superiores a tus
fuerzas de apóstol...
-¡Nada de eso es verdad!

Si luchas de verdad, necesitas hacer examen de conciencia.
Cuida el examen diario: mira si sientes dolor de Amor, porque no tratas a Nuestro Señor
como debieras.

Del mismo modo que muchos acuden a la colocación de "primeras piedras", sin preocuparse
de si se acabará después la obra así iniciada, los pecadores se engañan con las "últimas veces".

Cuando se trata de "cortar", no lo olvides, la "última vez" ha de ser la anterior, la que ya pasó.

Te aconsejo que intentes alguna vez volver... al comienzo de tu "primera conversión", cosa
que, si no es hacerse como niños, se le parece mucho: en la vida espiritual, hay que dejarse llevar
con entera confianza, sin miedos ni dobleces; hay que hablar con absoluta claridad de lo que se
tiene en la cabeza y en el alma.

¡Cómo vas a salir de ese estado de tibieza, de lamentable languidez, si no pones los medios!
Luchas muy poco y, cuando te esfuerzas, lo haces como por rabieta y con desazón, casi con deseo
de que tus débiles esfuerzos no produzcan efecto, para así autojustificarte: para no exigirte y
para que no te exijan más.
-Estás cumpliendo tu voluntad; no la de Dios. Mientras no cambies, en serio, ni serás feliz, ni
conseguirás la paz que ahora te falta.
-Humíllate delante de Dios, y procura querer de veras.

Qué pérdida de tiempo y qué visión tan humana, cuando todo lo reducen a tácticas, como si
ahí estuviera el secreto de la eficacia.
-Se olvidan de que la "táctica" de Dios es la caridad, el Amor sin límites: así colmó El la
distancia incolmable que abre el hombre, con el pecado, entre el Cielo y la tierra.

Ten sinceridad "salvaje" en el examen de conciencia; es decir, valentía: la misma con la que te
miras en el espejo, para saber dónde te has herido o dónde te has manchado, o dónde están tus
defectos, que has de eliminar.

Necesito prevenirte contra una argucia de "satanás" -así, ¡con minúscula!, porque no se
merece más-, que intenta servirse de las circunstancias más normales, para desviarnos poco o
mucho del camino que nos lleva a Dios.
Si luchas, y más aún si luchas de veras, no debes extrañarte de que sobrevenga el cansancio o
el tiempo de "marchar a contrapelo", sin ningún consuelo espiritual ni humano. Mira lo que me
escribían hace tiempo, y que recogí pensando en algunos que ingenuamente consideran que la
gracia prescinde de la naturaleza: "Padre: desde hace unos días estoy con una pereza y una
apatía tremendas, para cumplir el plan de vida; todo lo hago a la fuerza y con muy poco espíritu.
Ruegue por mí para que pase pronto esta crisis, que me hace sufrir mucho pensando en que
puede desviarme del camino".
-Me limité a contestar: ¿no sabías que el Amor exige sacrificio? Lee despacio las palabras del
Maestro "quien no toma su Cruz «cotidie» -cada día, no es digno de Mí". Y más adelante: "no os
dejaré huérfanos...". El Señor permite esa aridez tuya, que tan dura se te hace, para que le ames
más, para que confíes sólo en El, para que con la Cruz corredimas, para que le encuentres.

¡Qué poco listo parece el diablo!, me comentabas. No entiendo su estupidez: siempre los
mismos engaños, las mismas falsedades...
-Tienes toda la razón. Pero los hombres somos menos listos, y no aprendemos a escarmentar
en cabeza ajena... Y satanás cuenta con todo eso, para tentarnos.

Oí en cierta ocasión que en las grandes batallas se repite un curioso fenómeno. Aunque la
victoria esté asegurada de antemano por la superioridad numérica y de medios, luego, en el
tráfago del combate, no faltan momentos en los que amenaza la derrota por la debilidad de un
sector. Vienen entonces las órdenes tajantes del alto mando, y se cubren las brechas del flanco
en dificultad.
-Pensé en ti y en mí. Con Dios, que no pierde batallas, seremos siempre vencedores. Por eso,
en la pelea para la santidad, si te notas sin fuerzas, escucha los mandatos, haz caso, déjate
ayudar,... porque El no falla.

Abriste sinceramente el corazón a tu Director, hablando en la presencia de Dios..., y fue
estupendo comprobar cómo tú solo ibas encontrando respuesta adecuada a tus intentos de
evasión.
¡Amemos la dirección espiritual!

Te lo concedo: te portas decorosamente... Pero, ¡déjame que te hable con sinceridad!: con ese
paso cansino -reconócelo-, además de que no eres feliz del todo, te quedas muy lejos de la
santidad.
Por eso te pregunto: ¿de veras te portas decorosamente?, ¿no tendrás un concepto
equivocado del decoro?

Así, tonteando, con esa frivolidad interior y exterior, con esas vacilaciones ante la tentación,
con ese querer sin querer, es imposible que avances en la vida interior.

Siempre he pensado que muchos llaman "mañana", "después", a la resistencia a la gracia.

Otra paradoja del camino espiritual: el alma necesitada de menor reforma en su conducta, se
afana más por conseguirla, no se detiene hasta alcanzarla. Y al revés.

A veces te inventas "problemas", porque no acudes a la raíz de tus modos de comportarte.
-Lo único que necesitas tú es un decidido cambio de frente: cumplir lealmente tu deber y ser
fiel a las indicaciones que te han dado en la dirección espiritual.

Has notado con más fuerza la urgencia, la "idea fija" de ser santo; y has acudido a la lucha
cotidiana sin vacilaciones, persuadido de que has de cortar valientemente cualquier síntoma de
aburguesamiento.
Luego, mientras hablabas con el Señor en tu oración, has comprendido con mayor claridad
que lucha es sinónimo de Amor, y le has pedido un Amor más grande, sin miedo al combate que
te espera, porque pelearás por El, con El y en El.

¿Líos?... Sé sincero, y reconoce que prefieres ser esclavo de un egoísmo tuyo, en lugar de
servir a Dios o a aquella alma. -¡Cede!

«Beatus vir qui suffert tentationem...» -bienaventurado el hombre que sufre tentación
porque, después de que haya sido probado, recibirá la corona de Vida.
¿No te llena de alegría comprobar que ese deporte interior es una fuente de paz que nunca se
agota?

«Nunc coepi!» -¡ahora comienzo!: es el grito del alma enamorada que, en cada instante, tanto
si ha sido fiel como si le ha faltado generosidad, renueva su deseo de servir -¡de amar!- con
lealtad enteriza a nuestro Dios.

Te ha dolido en el alma cuando te dijeron: tú, lo que buscas no es la conversión, sino un
estuche para tus miserias...; y así, seguir cómodamente -¡pero con sabor de acíbar!- arrastrando
esa triste carga.

No sabes si será decaimiento físico o una especie de cansancio interior lo que se ha apoderado
de ti, o las dos cosas a la vez...: luchas sin lucha, sin el afán de una auténtica mejora positiva,
para pegar la alegría y el amor de Cristo a las almas.
Quiero recordarte las palabras claras del Espíritu Santo: sólo será coronado el que haya
peleado «legitime» -de verdad, a pesar de los pesares.

Podría portarme mejor, ser más decidido, derrochar más entusiasmo... ¿Por qué no lo hago?
Porque -perdona mi franqueza- eres un majadero: el diablo conoce de sobra que una de las
puertas del alma peor guardadas, es la de la tontería humana: la vanidad. Por ahí carga ahora
con todas sus fuerzas: recuerdos pseudosentimentales, complejo de oveja negra en su visión
histérica, impresión de una hipotética falta de libertad...
¿A qué esperas para enterarte de la sentencia del Maestro: vigilad y orad, porque no sabéis ni
el día ni la hora?

Me comentaste con aire fanfarrón e inseguro: unos suben y otros bajan... Y otros, ¡como yo!,
estamos tumbados en el camino.
Me dio tristeza tu indolencia, y añadí: de los haraganes tiran a remolque los que suben; y, de
ordinario, con más fuerza los que bajan. ¡Piensa qué descamino tan penoso te buscas!
Ya lo señaló el santo obispo de Hipona: no avanzar es retroceder.

En tu vida hay dos piezas que no encajan: la cabeza y el sentimiento.
La inteligencia -iluminada por la fe- te muestra claramente no sólo el camino, sino la
diferencia entre la manera heroica y la estúpida de recorrerlo. Sobre todo, te pone delante la
grandeza y la hermosura divina de las empresas que la Trinidad deja en nuestras manos.
El sentimiento, en cambio, se apega a todo lo que desprecias, incluso mientras lo consideras
despreciable. Parece como si mil menudencias estuvieran esperando cualquier oportunidad, y
tan pronto como -por cansancio físico o por pérdida de visión sobrenatural- tu pobre voluntad
se debilita, esas pequeñeces se agolpan y se agitan en tu imaginación, hasta formar una montaña
que te agobia y te desalienta: las asperezas del trabajo; la resistencia a obedecer; la falta de
medios; las luces de bengala de una vida regalada; pequeñas y grandes tentaciones repugnantes; ramalazos de sensiblería; la fatiga; el sabor amargo de la mediocridad espiritual... Y, a veces,
también el miedo: miedo porque sabes que Dios te quiere santo y no lo eres.
Permíteme que te hable con crudeza. Te sobran "motivos" para volver la cara, y te faltan
arrestos para corresponder a la gracia que El te concede, porque te ha llamado a ser otro Cristo,
«ipse Christus!» -el mismo Cristo. Te has olvidado de la amonestación del Señor al Apóstol: "¡te
basta mi gracia!", que es una confirmación de que, si quieres, puedes.

Recupera el tiempo que has perdido descansando sobre los laureles de la complacencia en ti
mismo, al creerte una persona buena, como si fuese suficiente ir tirando, sin robar ni matar.
Aprieta el paso en la piedad y en el trabajo: ¡te queda tanto por recorrer aún!; convive a gusto
con todos, también con los que te molestan; y esfuérzate para amar -¡para servir!- a quienes
antes despreciabas.

Mostraste tus miserias pasadas -llenas de pus- en la confesión. Y el sacerdote actuó en tu
alma como un buen médico, como un médico honrado: cortó donde hacía falta, y no permitió
que cerrara la herida hasta que la limpieza fue completa. -Agradécelo.

Da muy buenos resultados emprender las cosas serias con espíritu deportivo... ¿He perdido
varias jugadas? -Bien, pero -si persevero- al fin ganaré.

Conviértete ahora, cuando aún te sientes joven... ¡Qué difícil es rectificar cuando ha
envejecido el alma!

«Felix culpa!», canta la Iglesia... Bendito error el tuyo -te repito al oído-, si te ha servido para
no recaer; y también para mejor comprender y ayudar al prójimo, que no es de más baja calidad
que tú.

¿Es posible -preguntas después de haber rechazado la tentación-, es posible, Señor, que yo
sea... ese otro?

Voy a resumirte tu historia clínica: aquí caigo y allá me levanto...: esto último es lo
importante. -Pues sigue con esa íntima pelea, aunque vayas a paso de tortuga. ¡Adelante!
-Bien sabes, hijo, hasta dónde puedes llegar, si no luchas: el abismo llama a otros abismos.

Estás avergonzado, delante de Dios y de los demás. Has descubierto en ti roña vieja y
renovada: no hay instinto, ni tendencia mala, que no sientas a flor de piel... y tienes la nube de la
incertidumbre en el corazón. Además, aparece la tentación cuando menos lo quieres o la
esperas, cuando por fatiga afloja tu voluntad.
No sabes ya si te humilla, aunque te duele verte así... Pero que te duela por El, por Amor de
El; esta contrición de amor te ayudará a permanecer vigilante, porque la pelea durará mientras
vivamos.

¡Qué grandes deseos te consumen de resellar la entrega que hiciste en su momento: saberte y
vivir como hijo de Dios!
-Pon en las manos del Señor tus muchas miserias e infidelidades. También, porque es el
único modo de aliviar su peso.

Renovación no es relajación.

Días de retiro. Recogimiento para conocer a Dios, para conocerte y así progresar. Un tiempo
necesario para descubrir en qué y cómo hay que reformarse: ¿qué he de hacer?, ¿qué debo
evitar?

Que no se vuelva a repetir lo del año pasado.
-"¿Qué tal el retiro?", te preguntaron. Y contestaste: -Hemos descansado muy bien".

Días de silencio y de gracia intensa... Oración cara a cara con Dios... He roto en acción de
gracias, al contemplar a aquellas personas, graves por los años y por la experiencia, que se abren
a los toques divinos y responden como niños, ilusionadas ante la posibilidad de convertir aún su
vida en algo útil..., que borre todos sus descaminos y todos sus olvidos.
-Recordando aquella escena, te he encarecido: no descuides tu lucha en la vida de piedad.

«Auxilium christianorum!» -Auxilio de los cristianos, reza con seguridad la letanía lauretana.
¿Has probado a repetir esa jaculatoria en tus trances difíciles? Si lo haces con fe, con ternura de
hija o de hijo, comprobarás la eficacia de la intercesión de tu Madre Santa María, que te llevará a
la victoria.



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ORACIÓN A SAN JOSEMARÍA

Oh Dios, que por mediación de la Santísima Virgen otorgaste a San Josemaría, sacerdote, gracias innumerables, escogiéndole como instrumento fidelísimo para fundar el Opus Dei, camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano: haz que yo sepa también convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte, y de servir con alegría y con sencillez a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las almas, iluminando los caminos de la tierra con la luminaria de la fe y del amor.
Concédeme por la intercesión de San Josemaría el favor que te pido... (pídase). Así sea.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

Consejos de San Jose Maria Escriva (LA AUDACIA)


 CONSEJOS RESPECTO LA AUDACIA

 No seáis almas de vía estrecha, hombres o mujeres menores de edad, cortos de vista,
incapaces de abarcar nuestro horizonte sobrenatural cristiano de hijos de Dios. ¡Dios y audacia!

Audacia no es imprudencia, ni osadía irreflexiva, ni simple atrevimiento.
La audacia es fortaleza, virtud cardinal, necesaria para la vida del alma.

Te decidiste, más por reflexión que por fuego y entusiasmo. Aunque deseabas tenerlo, no
hubo lugar para el sentimiento: te entregaste, al convencerte de que Dios lo quería.
Y, desde aquel instante, no has vuelto a "sentir" ninguna duda seria; sí, en cambio, una
alegría tranquila, serena, que en ocasiones se desborda. Así paga Dios las audacias del Amor.

He leído un proverbio muy popular en algunos países: "el mundo es de Dios, pero Dios lo
alquila a los valientes", y me ha hecho reflexionar.
-¿A qué esperas?

No soy el apóstol que debiera ser. Soy... el tímido.
-¿No estarás achicado, porque tu amor es corto? -¡Reacciona!

Las dificultades te han encogido, y te has vuelto "prudente, moderado y objetivo".
-Recuerda que siempre has despreciado esos términos, cuando son sinónimos de cobardía,
apocamiento y comodidad.

¿Miedo?: es propio de los que saben que obran mal. Tú, nunca.

Hay una cantidad muy considerable de cristianos que serían apóstoles..., si no tuvieran
miedo.
Son los mismos que luego se quejan, porque el Señor -¡dicen!- les abandona: ¿qué hacen ellos
con Dios?

Somos muchos; con la ayuda de Dios, podemos llegar a todas partes, comentan
entusiasmados.
-¿Por qué te amilanas, entonces? Con la gracia divina, puedes llegar a ser santo, que es lo que
interesa.

Cuando remuerde la conciencia, por haber dejado de realizar una cosa buena, es señal de que
el Señor quería que no la omitiéramos.
-Efectivamente. Además, ten por cierto que "podías" haberla hecho, con la gracia de Dios.

No lo olvidemos: en el cumplimiento de la Voluntad divina, las dificultades se pasan por
encima..., o por debajo..., o de largo. Pero..., ¡se pasan!

Cuando se trabaja para extender una empresa apostólica, el "no" nunca es una respuesta
definitiva: ¡insistid!

Eres demasiado "precavido" o demasiado poco "sobrenatural" y, por eso, te pasas de listo: no
te inventes tú mismo las "pegas", ni quieras despejarlas todas.
-Quizá el que te escucha sea menos "listo" o más "generoso" que tú y, como cuenta con Dios,
no te pondrá tantos peros.

Hay unos modos de obrar tan prudenciales que, en una palabra, significan pusilanimidad.

Convéncete: cuando se trabaja por Dios, no hay dificultades que no se puedan superar, ni
desalientos que hagan abandonar la tarea, ni fracasos dignos de este nombre, por infructuosos
que aparezcan los resultados.

Tu fe es demasiado poco operativa: se diría que es de beato, más que de hombre que lucha
por ser santo.

¡Serenidad!, ¡audacia!
Desbarata con esas virtudes la quinta columna de los tibios, de los asustados, de los traidores.

Me aseguraste que querías luchar sin tregua. Y ahora me vienes alicaído. Mira, hasta
humanamente, conviene que no te lo den todo resuelto, sin trabas. Algo -¡mucho!- te toca poner
a ti. Si no, ¿cómo vas a "hacerte" santo?

No te lanzas a trabajar en esa empresa sobrenatural, porque -así lo dices tú- tienes miedo a
no saber agradar, a hacer una gestión desafortunada. -Si pensaras más en Dios, esas sinrazones
desaparecerían.

A veces considero que unos pocos enemigos de Dios y de su Iglesia viven del miedo de
muchos buenos, y me lleno de vergüenza.

Mientras hablábamos, afirmaba que prefería no salir nunca del chamizo donde vivía, porque
le gustaba más contar las vigas de "su" cuadra que las estrellas del cielo.
-Así son muchos, incapaces de prescindir de sus pequeñas cosas, para levantar los ojos al
cielo: ¡ya es hora de que adquieran una visión de más altura!

Comprendo la alegría sobrenatural y humana de aquél, que tenía la fortuna de ser una
avanzadilla en la siembra divina.
"Es estupendo sentirse único, para remover toda una ciudad y sus alrededores", se repetía
muy convencido.
-No esperes a contar con más medios o a que vengan otros: las almas te necesitan hoy, ahora.

Sé atrevido en tu oración, y el Señor te transformará de pesimista en optimista; de tímido en
audaz; de apocado de espíritu en hombre de fe, ¡en apóstol!

Los problemas que antes te acogotaban -te parecían altísimas cordillerashan desaparecido
por completo, se han resuelto a lo divino, como cuando el Señor mandó a los vientos y a las
aguas que se calmaran.
-¡Y pensar que todavía dudabas!

"¡No ayudéis tanto al Espíritu Santo!", me decía un amigo, en broma, pero con mucho miedo.
Contesté: pienso que "le ayudamos" poco.

Cuando veo tantas cobardías, tantas falsas prudencias..., en ellos y en ellas, ardo en deseos de
preguntarles: entonces, ¿la fe y la confianza son para predicarlas; no, para practicarlas?

Te encuentras en una actitud que te parece bastante rara: por una parte, achicado, al mirar
para adentro; y, por otra, seguro, animado, al mirar para arriba.
-No te preocupes: es señal de que te vas conociendo mejor y, ¡esto sí que importa!, de que le
vas conociendo mejor a El.

¿Has visto? -¡Con El, has podido! ¿De qué te asombras?
-Convéncete: no tienes de qué maravillarte. Confiando en Dios -¡confiando de veras!-, las
cosas resultan fáciles. Y, además, se sobrepasa siempre el límite de lo imaginado.

¿Quieres vivir la audacia santa, para conseguir que Dios actúe a través de ti? -Recurre a
María, y Ella te acompañará por el camino de la humildad, de modo que, ante los imposibles
para la mente humana, sepas responder con un «fiat!» -¡hágase!, que una la tierra al Cielo.


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ORACIÓN A SAN JOSEMARÍA

Oh Dios, que por mediación de la Santísima Virgen otorgaste a San Josemaría, sacerdote, gracias innumerables, escogiéndole como instrumento fidelísimo para fundar el Opus Dei, camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano: haz que yo sepa también convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte, y de servir con alegría y con sencillez a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las almas, iluminando los caminos de la tierra con la luminaria de la fe y del amor.
Concédeme por la intercesión de San Josemaría el favor que te pido... (pídase). Así sea.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

Consejos de San Jose Maria Escriva (LA ALEGRIA)


CONSEJOS RESPECTO LA ALEGRIA

Nadie es feliz, en la tierra, hasta que se decide a no serlo. Así discurre el camino: dolor, ¡en
cristiano!, Cruz; Voluntad de Dios, Amor; felicidad aquí y, después, eternamente.

«Servite Domino in laetitia!» -¡Serviré a Dios con alegría! Una alegría que será consecuencia
de mi Fe, de mi Esperanza y de mi Amor..., que ha de durar siempre, porque, como nos asegura
el Apóstol, «Dominus prope est!»...
-el Señor me sigue de cerca. Caminaré con El, por tanto, bien seguro, ya que el Señor es mi
Padre..., y con su ayuda cumpliré su amable Voluntad, aunque me cueste.

Un consejo, que os he repetido machaconamente: estad alegres, siempre alegres. -Que estén
tristes los que no se consideren hijos de Dios.

Procuro dejarme la piel, para que mis hermanos pequeños "pisen blando", como usted nos
dice. ¡Hay tantas alegrías en este "pasarlas negras"!

Otro hombre de fe me escribía: "cuando por necesidad se está aislado, se nota perfectamente
la ayuda de los hermanos. Al considerar que ahora todo he de soportarlo «solo», muchas veces
pienso que, si no fuese por esa «compañía que nos hacemos desde lejos» -¡la bendita Comunión
de los Santos!-, no podría conservar este optimismo, que me llena".

No me olvides que a veces hace falta tener al lado caras sonrientes.

"Sois todos tan alegres que uno no se lo espera", oí comentar.
De lejos viene el empeño diabólico de los enemigos de Cristo, que no se cansan de murmurar
que la gente entregada a Dios es de la "encapotada". Y, desgraciadamente, algunos de los que
quieren ser "buenos" les hacen eco, con sus "virtudes tristes".
-Te damos gracias, Señor, porque has querido contar con nuestras vidas, dichosamente
alegres, para borrar esa falsa caricatura.
-Te pido también que no lo olvidemos.

Que nadie lea tristeza ni dolor en tu cara, cuando difundes por el ambiente del mundo el
aroma de tu sacrificio: los hijos de Dios han de ser siempre sembradores de paz y de alegría.

La alegría de un hombre de Dios, de una mujer de Dios, ha de ser desbordante: serena,
contagiosa, con gancho...; en pocas palabras, ha de ser tan sobrenatural, tan pegadiza y tan
natural, que arrastre a otros por los caminos cristianos.

"¿Contento?" -Me dejó pensativo la pregunta.
-No se han inventado todavía las palabras, para expresar todo lo que se siente -en el corazón y
en la voluntad- al saberse hijo de Dios.

Navidad. Me escribes: "al hilo de la espera santa de María y de José, yo también espero, con
impaciencia, al Niño. ¡Qué contento me pondré en Belén!: presiento que romperé en una alegría
sin límite. ¡Ah!: y, con El, quiero también nacer de nuevo..."
-¡Ojalá sea verdad este querer tuyo!

Propósito sincero: hacer amable y fácil el camino a los demás, que bastantes amarguras trae
consigo la vida.

¡Qué maravilla convertir infieles, ganar almas!...
-Pues tanto, y aún más grato a Dios, es evitar que se pierdan.

¡Otra vez a tus antiguas locuras!... Y luego, cuando vuelves, te notas con poca alegría, porque
te falta humildad.
Parece que te obstinas en desconocer la segunda parte de la parábola del hijo pródigo, y
todavía sigues apegado a la pobre felicidad de las bellotas. Soberbiamente herido por tu
fragilidad, no te decides a pedir perdón, y no consideras que, si te humillas, te espera la jubilosa
acogida de tu Padre Dios, la fiesta por tu regreso y por tu recomienzo.

Es verdad: no valemos nada, no somos nada, no podemos nada, no tenemos nada. Y,
simultáneamente, en medio de la lucha cotidiana, no faltan los obstáculos, las tentaciones...
Pero la "alegría" de tus hermanos disipará todas las dificultades, en cuanto te reúnas con ellos,
porque los verás firmemente apoyados en El: «quia Tu es Deus fortitudo mea» -porque Tú eres,
Señor, nuestra fortaleza.

Se repite la escena, como con los convidados de la parábola. Unos, miedo; otros, ocupaciones;
bastantes..., cuentos, excusas tontas.
Se resisten. Así les va: hastiados, hechos un lío, sin ganas de nada, aburridos, amargados.
¡Con lo fácil que es aceptar la divina invitación de cada momento, y vivir alegre y feliz!

Resulta muy cómodo decir: "no valgo; no me sale -no nos sale- una a derechas". -Aparte de
que no es verdad, ese pesimismo cela una poltronería muy grande... Hay cosas que haces bien, y
cosas que haces mal. Llénate de contento y de esperanza por las primeras; y enfréntate -sin
desaliento- con las segundas, para rectificar: y saldrán.

"Padre, como me aconsejó, me río de mis miserias -sin olvidar que no he de transigir-, y
entonces me siento mucho más alegre.
En cambio, cuando hago la tontería de ponerme triste, me hace el efecto de que pierdo el
camino".

Me has preguntado si tengo cruz. Y te he respondido que sí, que nosotros siempre tenemos
Cruz. -Pero una Cruz gloriosa, sello divino, garantía de la autenticidad de ser hijos de Dios. Por
eso, siempre caminamos felices con la Cruz.

Sientes más alegría. Pero esta vez se trata de una alegría nerviosa, un poco impaciente,
acompañada de la sensación clara de que en ti algo se desgarra en sacrificio.
Escúchame bien: aquí en la tierra, no hay felicidad completa. Por eso, ahora,
inmediatamente, sin palabras y sin victimismos, ofrécete en oblación a Dios, con un
entregamiento total y absoluto.

Estás pasando unos días de alborozo, henchida el alma de sol y de color. Y, cosa extraña, ¡los
motivos de tu gozo son los mismos que otras veces te desanimaban!
Es lo de siempre: todo depende del punto de mira. .id l -«Laetetur cor quaerentium
Dominum!» .id s -cuando se busca al Señor, el corazón rebosa siempre de alegría.

¡Qué diferencia entre esos hombres sin fe, tristes y vacilantes en razón de su existencia vacía,
expuestos como veletas a la "variabilidad" de las circunstancias, y nuestra vida confiada de
cristianos, alegre y firme, maciza, en razón del conocimiento y del convencimiento absoluto de
nuestro destino sobrenatural!

No eres feliz, porque le das vueltas a todo como si tú fueras siempre el centro: si te duele el
estómago, si te cansas, si te han dicho esto o aquello...
-¿Has probado a pensar en El y, por El, en los demás?

«Miles» -soldado, llama el Apóstol al cristiano.
Pues, en esta bendita y cristiana pelea de amor y de paz por la felicidad de las almas todas,
hay, dentro de las filas de Dios, soldados cansados, hambrientos, rotos por las heridas..., pero
alegres: llevan en el corazón las luces seguras de la victoria.

"Le envío, Padre, el propósito de estar siempre sonriente: corazón risueño, aunque me lo
apuñalen".
-Me parece un propósito acertado. Rezo para que lo cumplas.

En algunos momentos te agobia un principio de desánimo, que mata toda tu ilusión, y que
apenas alcanzas a vencer a fuerza de actos de esperanza. -No importa: es la hora buena para
pedir más gracia a Dios, y ¡adelante! Renueva la alegría de luchar, aunque pierdas una
escaramuza.

Han venido nubarrones de falta de ganas, de pérdida de ilusión. Han caído chubascos de
tristeza, con la clara sensación de encontrarte atado. Y, como colofón, te acecharon
decaimientos, que nacen de una realidad más o menos objetiva: tantos años luchando..., y aún
estás tan atrás, tan lejos.
Todo esto es necesario, y Dios cuenta con eso: para alcanzar el «gaudium cum pace» -la paz y
la alegría verdaderas, hemos de añadir, al convencimiento de nuestra filiación divina, que nos
llena de optimismo, el reconocimiento de la propia personal debilidad.

¡Has rejuvenecido! Efectivamente, adviertes que el trato con Dios te ha devuelto en poco
tiempo a la época sencilla y feliz de la juventud, incluso a la seguridad y gozo -sin niñadas- de la
infancia espiritual... Miras a tu alrededor, y compruebas que a los demás les sucede otro tanto:
transcurren los años desde su encuentro con el Señor y, con la madurez, se robustecen una
juventud y una alegría indelebles; no están jóvenes: ¡son jóvenes y alegres!
Esta realidad de la vida interior atrae, confirma y subyuga a las almas.
Agradéceselo diariamente «ad Deum qui laetificat iuventutem» -al Dios que llena de alegría
tu juventud.

La gracia de Dios no te falta. Por lo tanto, si correspondes, debes estar seguro.
El triunfo depende de ti: tu fortaleza y tu empuje -unidos a esa graciason razón más que
suficiente para darte el optimismo de quien tiene segura la victoria.

Quizá ayer eras una de esas personas amargadas en sus ilusiones, defraudadas en sus
ambiciones humanas. Hoy, desde que El se metió en tu vida -¡gracias, Dios mío!- ríes y cantas, y
llevas la sonrisa, el Amor y la felicidad dondequiera que vas.


Muchos se sienten desgraciados, precisamente por tener demasiado de todo. -Los cristianos,
si verdaderamente se conducen como hijos de Dios, pasarán incomodidad, calor, fatiga, frío...
Pero no les faltará jamás la alegría, porque eso -¡todo!- lo dispone o lo permite El, que es la
fuente de la verdadera felicidad.

Ante un panorama de hombres sin fe, sin esperanza; ante cerebros que se agitan, al borde de
la angustia, buscando una razón de ser a la vida, tú encontraste una meta: ¡El!
Y este descubrimiento inyectará permanentemente en tu existencia una alegría nueva, te
transformará, y te presentará una inmensidad diaria de cosas hermosas que te eran
desconocidas, y que muestran la gozosa amplitud de ese camino ancho, que te conduce a Dios.

Tu felicidad en la tierra se identifica con tu fidelidad a la fe, a la pureza y al camino que el
Señor te ha marcado.

Da gracias a Dios porque estás contento, con una alegría honda que no sabe ser ruidosa.

Con Dios, pensaba, cada día me parece más atractivo. Voy viviendo a "cachitos". Un día
considero magnífico un detalle; otro, descubro un panorama que antes no había advertido... A
este paso, no sé lo que ocurrirá con el tiempo.
Luego, he notado que El me aseguraba: pues cada día será mayor tu contento, porque
ahondarás más y más en la aventura divina, en el "lío" tan grande en que te he metido. Y
comprobarás que Yo no te dejo.

La alegría es una consecuencia de la entrega. Se confirma en cada vuelta a la noria.

¡Qué alegría inmutable te produce el haberte entregado a Dios!... ¡Y qué inquietud, y qué
afanes has de tener de que todos participen en tu alegría!

Todo lo que ahora te preocupa cabe dentro de una sonrisa, esbozada por amor de Dios.

¿Optimismo?, ¡siempre! También cuando las cosas salen aparentemente mal: quizá es ésa la
hora de romper a cantar, con un Gloria, porque te has refugiado en El, y de El no te puede venir
más que el bien.

Esperar no significa empezar a ver la luz, sino confiar con los ojos cerrados en que el Señor la
posee plenamente y vive en esa claridad. El es la Luz.

Deber de cada cristiano es llevar la paz y la felicidad por los distintos ambientes de la tierra,
en una cruzada de reciedumbre y de alegría, que remueva hasta los corazones mustios y
podridos, y los levante hacia El.

Si cortas de raíz cualquier asomo de envidia, y si te gozas sinceramente con los éxitos de los
demás, no perderás la alegría.

Me abordó aquel amigo: "me han dicho que estás enamorado". -Me quedé muy sorprendido,
y sólo se me ocurrió preguntarle el origen de la noticia.
Me confesó que lo leía en mis ojos, que brillaban de alegría.

¡Cómo sería la mirada alegre de Jesús!: la misma que brillaría en los ojos de su Madre, que no
puede contener su alegría -«Magnificat anima mea Dominum!» -y su alma glorifica al Señor,
desde que lo lleva dentro de sí y a su lado.
¡Oh, Madre!: que sea la nuestra, como la tuya, la alegría de estar con El y de tenerlo.




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ORACIÓN A SAN JOSEMARÍA

Oh Dios, que por mediación de la Santísima Virgen otorgaste a San Josemaría, sacerdote, gracias innumerables, escogiéndole como instrumento fidelísimo para fundar el Opus Dei, camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano: haz que yo sepa también convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte, y de servir con alegría y con sencillez a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las almas, iluminando los caminos de la tierra con la luminaria de la fe y del amor.
Concédeme por la intercesión de San Josemaría el favor que te pido... (pídase). Así sea.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.



Consejos de San Jose Maria Escriva (LOS RESPETOS HUMANOS)


  CONSEJOS RESPECTO A LOS RESPETOS HUMANOS

 Cuando está en juego la defensa de la verdad, ¿cómo se puede desear no desagradar a Dios y,
al mismo tiempo, no chocar con el ambiente? Son cosas antagónicas: ¡o lo uno o lo otro! Es
preciso que el sacrificio sea holocausto: hay que quemarlo todo..., hasta el "qué dirán", hasta eso
que llaman reputación.

¡Qué claramente veo ahora que la "santa desvergüenza" tiene su raíz, muy honda, en el
Evangelio! Cumple la Voluntad de Dios..., acordándote de Jesús difamado, de Jesús escupido y
abofeteado, de Jesús llevado ante los tribunales de hombrecillos..., ¡¡y de Jesús callado!! -
Propósito: abajar la frente a los ultrajes y -contando también con las humillaciones que, sin
duda, vendránproseguir la tarea divina, que el Amor Misericordioso de Nuestro Señor ha
querido encomendarnos.

Asusta el daño que podemos producir, si nos dejamos arrastrar por el miedo o la vergüenza
de mostrarnos como cristianos en la vida ordinaria.

Hay algunos que, cuando hablan de Dios, o del apostolado, parece como si sintieran la
necesidad de defenderse. Quizá porque no han descubierto el valor de las virtudes humanas y,
en cambio, les sobra deformación espiritual y cobardía.
 
Es inútil pretender agradar a todos. Descontentos, gente que proteste, siempre habrá. Mira
cómo lo resume la sabiduría popular: "cuando va bien a los corderos, va mal a los lobos".

 No te conduzcas como ésos que se asustan ante un enemigo que sólo tiene la fuerza de su "voz
agresiva".

Comprendes la labor que se hace..., te parece bien (!). Pero pones mucho cuidado en no
colaborar, y más aún en conseguir que los demás no vean o no piensen que colaboras.
-¡Tienes miedo de que te crean mejor de lo que eres!, me has dicho. -¿No será que tienes
miedo de que Dios y los hombres te exijan más coherencia?

Parecía plenamente determinado...; pero, al tomar la pluma para romper con su novia, pudo
más la indecisión y le faltó valentía: muy humano y comprensible, comentaban otros. Por lo
visto, según algunos, los amores terrenos no están entre lo que se ha de dejar para seguir
plenamente a Jesucristo, cuando El lo pide.

Hay quienes yerran por flaqueza -por la fragilidad del barro con que estamos hechos-, pero se
mantienen íntegros en la doctrina.
Son los mismos que, con la gracia de Dios, demuestran la valentía y la humildad heroicas de
confesar su yerro, y de defender -con ahínco- la verdad.

Algunos llaman imprudencia y atrevimiento a la fe y a la confianza en Dios.

¡Es una locura confiar en Dios...!, dicen. -¿Y no es más locura confiar en sí mismo, o en los
demás hombres?

Me escribes que te has llegado, por fin, al confesonario, y que has probado la humillación de
tener que abrir la cloaca -así dices- de tu vida ante "un hombre".
-¿Cuándo arrancarás esa vana estimación que sientes de ti mismo? Entonces, irás a la
confesión gozoso de mostrarte como eres, ante "ese hombre" ungido -otro Cristo, ¡el mismo
Cristo!-, que te da la absolución, el perdón de Dios.

Tengamos la valentía de vivir pública y constantemente conforme a nuestra santa fe.

No podemos ser sectarios, me decían con aire de ecuanimidad, ante la firmeza de la doctrina
de la Iglesia.
Después, cuando les hice ver que quien tiene la Verdad no es sectario, comprendieron su
equivocación.

Para convencerse de que resulta ridículo tomar la moda como principio de conducta, basta
mirar algunos retratos antiguos.

Me gusta que ames las procesiones, todas las manifestaciones externas de nuestra Madre la
Iglesia Santa, para dar a Dios el culto debido..., ¡y que las vivas!

«Ego palam locutus sum mundo»: Yo he predicado públicamente delante de todo el mundo,
responde Jesús a Caifás, cuando se acerca el momento de dar su Vida por nosotros.
-Y, sin embargo, hay cristianos que se avergüenzan de manifestar «palam» -patentementeveneración
al Señor.

Cuando se ha producido la desbandada apostólica y el pueblo embravecido rompe sus
gargantas en odio hacia Jesucristo, Santa María sigue de cerca a su Hijo por las calles de
Jerusalén. No le arredra el clamor de la muchedumbre, ni deja de acompañar al Redentor
mientras todos los del cortejo, en el anonimato, se hacen cobardemente valientes para maltratar
a Cristo.
Invócala con fuerza: «Virgo fidelis!» -¡Virgen fiel!, y ruégale que los que nos decimos amigos
de Dios, lo seamos de veras y a todas las horas.


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ORACIÓN A SAN JOSEMARÍA

Oh Dios, que por mediación de la Santísima Virgen otorgaste a San Josemaría, sacerdote, gracias innumerables, escogiéndole como instrumento fidelísimo para fundar el Opus Dei, camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano: haz que yo sepa también convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte, y de servir con alegría y con sencillez a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las almas, iluminando los caminos de la tierra con la luminaria de la fe y del amor.
Concédeme por la intercesión de San Josemaría el favor que te pido... (pídase). Así sea.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.


Consejos de San Jose Maria Escriva (LA GENEROSIDAD)


 CONSEJOS RESPECTO A LA GENEROSIDAD

Son muchos los cristianos persuadidos de que la Redención se realizará en todos los
ambientes del mundo, y de que debe haber algunas almas -no saben quiénes- que con Cristo
contribuyen a realizarla. Pero la ven a un plazo de siglos, de muchos siglos...: serían una
eternidad, si se llevara a cabo al paso de su entrega.
Así pensabas tú, hasta que vinieron a "despertarte".

La entrega es el primer paso de una carrera de sacrificio, de alegría, de amor, de unión con
Dios. -Y así, toda la vida se llena de una bendita locura, que hace encontrar felicidad donde la
lógica humana no ve más que negación, padecimiento, dolor.

"Pida por mí -decías-: que sea generoso, que adelante, que llegue a transformarme de tal
modo que algún día pueda ser útil en algo".
Bien. -Pero, ¿qué medios pones para que esos propósitos resulten eficaces?

Muchas veces te preguntas por qué almas, que han tenido la dicha de conocer al verdadero
Jesús desde niños, vacilan tanto en corresponder con lo mejor que poseen: su vida, su familia,
sus ilusiones.
Mira: tú, precisamente porque has recibido "todo" de golpe, estás obligado a mostrarte muy
agradecido al Señor; como reaccionaría un ciego que recobrara la vista de repente, mientras a
los demás ni siquiera se les ocurre que han de dar gracias porque ven.
Pero... no es suficiente. A diario, has de ayudar a los que te rodean, para que se comporten
con gratitud por su condición de hijos de Dios. Si no, no me digas que eres agradecido.

Medítalo despacio: es muy poco lo que se me pide, para lo mucho que se me da.

Para ti, que no acabas de arrancar, considera lo que me escribía un hermano tuyo: "cuesta,
pero una vez tomada la «decisión», ¡qué respiro de felicidad, al encontrarse seguro en el
camino!"

Estos días -me comentabas- han transcurrido más felices que nunca. -Y te contesté sin
vacilar: porque "has vivido" un poco más entregado que de ordinario.

La llamada del Señor -la vocación- se presenta siempre así: "si alguno quiere venir detrás de
Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame".
Sí: la vocación exige renuncia, sacrificio. Pero ¡qué gustoso resulta el sacrificio -«gaudium
cum pace», alegría y paz-, si la renuncia es completa!

Cuando le hablaron de comprometerse personalmente, su reacción fue razonar así: "en ese
caso, podría hacer esto..., tendría que hacer lo otro..."
-Le contestaron: "aquí no chalaneamos con el Señor. La ley de Dios, la invitación del Señor se
toma o se deja, tal como es. Es preciso decidirse: adelante, sin ninguna reserva y con mucho
ánimo, o marcharse. «Qui non est mecum...» -el que no está Conmigo, contra Mí está".

De la falta de generosidad a la tibieza no hay más que un paso.

Para que no lo imites, copio de una carta este ejemplo de cobardía:
"desde luego, le agradezco mucho que se acuerde de mí, porque necesito muchas oraciones.
Pero también le agradecería que, al suplicarle al Señor que me haga «apóstol», no se esfuerce en
pedirle que me exija la entrega de mi libertad".

Aquel conocido tuyo, muy inteligente, buen burgués, buena persona, decía: "cumplir la ley,
pero con tasa, sin pasarse de la raya, lo más escuetamente posible".
Y añadía: "¿pecar?, no; pero darse, tampoco".
Causan verdadera pena esos hombres mezquinos, calculadores, incapaces de sacrificarse, de
entregarse por un ideal noble.

Hay que pedirte más: porque puedes dar más, y debes dar más. Piénsalo.

"¡Es muy difícil!", exclamas desalentado.
Oye, si luchas, con la gracia de Dios basta: prescindirás de los intereses personales, servirás a
los demás por Dios, y ayudarás a la Iglesia en el campo donde se libra hoy la batalla: en la calle,
en la fábrica, en el taller, en la universidad, en la oficina, en tu ambiente, en medio de los tuyos.

Me has escrito: "en el fondo, lo de siempre, mucha falta de generosidad. ¡Qué lástima y qué
vergüenza, descubrir el camino y permitir que unas nubecillas de polvo -inevitables- enturbien
el final!"
No te enfades si te digo que eres tú el único culpable: arremete valientemente contra ti
mismo. Tienes medios más que suficientes.

Cuando tu egoísmo te aparta del común afán por el bienestar sano y santo de los hombres,
cuando te haces calculador y no te conmueves ante las miserias materiales o morales de tus
prójimos, me obligas a echarte en cara algo muy fuerte, para que reacciones: si no sientes la bendita fraternidad con tus hermanos los hombres, y vives al margen de la gran familia
cristiana, eres un pobre inclusero.

¿La cima? Para un alma entregada, todo se convierte en cima que alcanzar: cada día descubre
nuevas metas, porque ni sabe ni quiere poner límites al Amor de Dios.

Cuanto más generoso seas, por Dios, serás más feliz.

Con frecuencia viene la tentación de querer reservarse un poco de tiempo para uno mismo...
Aprende de una vez a poner remedio a tanta pequeñez, rectificando enseguida.

Eras de los de "todo o nada". Y como nada podías..., ¡qué desgracia! Empieza a luchar con
humildad, para encender esa pobre entrega tuya, tan cicatera, hasta hacerla "totalmente"
efectiva.

Los que nos hemos dedicado a Dios, nada hemos perdido.

Me gustaría gritar al oído de tantas y de tantos: no es sacrificio entregar los hijos al servicio
de Dios: es honor y alegría.

Le ha llegado el momento de la dura prueba, y ha venido a buscarte desconsolado.
-¿Te acuerdas? Para él -el amigo que te daba consejos "prudentes"-, tu modo de proceder no
era más que utopía, fruto de una deformación de ideas, captación de voluntades, y... "agudezas"
por el estilo.
-"Este entregarse al Señor -sentenciaba- es una exacerbación anormal del sentimiento
religioso". Y, con su pobre lógica, pensaba que entre tu familia y tú se había interpuesto un
extraño: Cristo.
Ahora ha entendido lo que tantas veces le repetías: Cristo no separa jamás a las almas.

He aquí una tarea urgente: remover la conciencia de creyentes y no creyentes -hacer una leva
de hombres de buena voluntad-, con el fin de que cooperen y faciliten los instrumentos
materiales necesarios para trabajar con las almas.

Mucho entusiasmo y comprensión demuestra. Pero cuando ve que se trata de "él", que "él" ha
de contribuir en serio, se retira cobardemente.
Me recuerda a aquéllos que, en momentos de grave peligro, gritaban con falsa valentía:
¡guerra, guerra!, pero ni querían dar dinero, ni alistarse para defender a su patria.

Produce lástima comprobar cómo algunos entienden la limosna: unas perras gordas o algo de
ropa vieja. Parece que no han leído el Evangelio.
No os andéis con reparos: ayudad a las gentes a formarse con la suficiente fe y fortaleza como
para desprenderse generosamente, en vida, de lo que necesitan.
-A los remolones, explicadles que es poco noble y poco elegante, también desde el punto de
vista terreno, esperar al final, cuando por fuerza ya no pueden llevarse nada consigo.

"Quien presta, no cobra; si cobra, no todo; si todo, no tal; si tal, enemigo mortal".
¿Entonces?... ¡Da!, sin cálculo, y siempre por Dios. Así vivirás, también humanamente, más
cerca de los hombres y contribuirás a que haya menos ingratos.

Vi rubor en el rostro de aquel hombre sencillo, y casi lágrimas en sus ojos: prestaba
generosamente su colaboración en buenas obras, con el dinero honrado que él mismo ganaba, y
supo que "los buenos" motejaban de bastardas sus acciones.
Con ingenuidad de neófito en estas peleas de Dios, musitaba: "¡ven que me sacrifico... y aún
me sacrifican!"
-Le hablé despacio: besó mi Crucifijo, y su natural indignación se trocó en paz y gozo.

¿No sientes unas ganas locas de hacer más completa, más "irremediable" tu entrega?

¡Qué ridícula actitud la de los pobrecitos hombres, cuando negamos una y otra vez
pequeñeces al Señor! Pasa el tiempo, las cosas se van viendo con su verdadero relieve,... y nacen
la vergüenza y el dolor.

«Aure audietis, et non intelligetis: et videntes videbitis, et non perspicietis». Palabras claras
del Espíritu Santo: oyen con sus propios oídos, y no entienden; miran con sus ojos, pero no
perciben.
¿Por qué te inquietas si algunos, "viendo" el apostolado y conociendo su grandeza, no se
entregan? Reza tranquilo, y persevera en tu camino: si ésos no se lanzan, ¡otros vendrán!

Desde que le dijiste "sí", el tiempo va cambiando el color del horizonte -cada día, más bello-,
que brilla más amplio y luminoso. Pero has de continuar diciendo "sí".

La Virgen Santa María, Maestra de entrega sin límites. -¿Te acuerdas?: con alabanza dirigida
a Ella, afirma Jesucristo: ¡el qu
e cumple la Voluntad de mi Padre, ése -ésa- es mi madre!...
Pídele a esta Madre buena que en tu alma cobre fuerza -fuerza de amor y de liberación- su
respuesta de generosidad ejemplar: «ecce ancilla Domini!» -he aquí la esclava del Señor.


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ORACIÓN A SAN JOSEMARÍA

Oh Dios, que por mediación de la Santísima Virgen otorgaste a San Josemaría, sacerdote, gracias innumerables, escogiéndole como instrumento fidelísimo para fundar el Opus Dei, camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano: haz que yo sepa también convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte, y de servir con alegría y con sencillez a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las almas, iluminando los caminos de la tierra con la luminaria de la fe y del amor.
Concédeme por la intercesión de San Josemaría el favor que te pido... (pídase). Así sea.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

lunes, 19 de agosto de 2013

Consejos de San Jose Maria Escriva (LA PERSEVERANCIA)


  CONSEJOS RESPECTO A LA PERSEVERANCIA  

Comenzar es de todos; perseverar, de santos.
Que tu perseverancia no sea consecuencia ciega del primer impulso, obra de la inercia: que
sea una perseverancia reflexiva.

Dile: "ecce ego quia vocasti me!" -¡aquí me tienes, porque me has llamado!


Te apartaste del camino, y no volvías porque te daba vergüenza. -Es más lógico que te diera
vergüenza no rectificar.

"La verdad es que no hace falta ser ningún héroe -me confiesas- para, sin rarezas ni
gazmoñerías, saber aislarse lo que sea necesario según los casos..., y perseverar". -Y añades:
"mientras cumpla las normas que me dio, no me preocupan los enredos y jerigonzas del
ambiente: lo que me asustaría es tener miedo a esas pequeñeces." -Magnífico.

Fomenta y preserva ese ideal nobilísimo que acaba de nacer en ti. -Mira que se abren muchas
flores en la primavera, y son pocas las que cuajan en fruto.

El desaliento es enemigo de tu perseverancia. -Si no luchas contra el desaliento, llegarás al
pesimismo, primero, y a la tibieza, después. -Sé optimista.

Vamos: Después de tanto "¡Cruz, Señor, Cruz!", se ve que querías una cruz a tu gusto.

Constancia, que nada desconcierte. -Te hace falta. Pídela al Señor y haz lo que puedas por
obtenerla: porque es un gran medio para que no te separes del fecundo camino que has
emprendido.

No puedes "subir". -No es extraño: ¡aquella caída!...
Persevera y "subirás". -Recuerda lo que dice un autor espiritual: tu pobre alma es pájaro, que
todavía lleva pegadas con barro sus alas. Hacen falta soles de cielo y esfuerzos personales,
pequeños y constantes, para arrancar esas inclinaciones, esas imaginaciones, ese decaimiento:
ese barro pegadizo de tus alas.
Y te verás libre. -Si perseveras, "subirás".

Da gracias a Dios, que te ayudó, y gózate en tu victoria. -¡Qué alegría más honda, esa que
siente tu alma, después de haber correspondido!

Discurres... bien, fríamente: ¡cuántos motivos para abandonar la tarea! -Y alguno, al parecer,
capital.
Veo, sin duda, que tienes razones. -Pero no tienes razón.

"Se me ha pasado el entusiasmo", me has escrito. -Tú no has de trabajar por entusiasmo, sino
por Amor: con conciencia del deber, que es abnegación.

Inconmovible: así has de ser. -Si hacen vacilar tu perseverancia las miserias ajenas o las
propias, formo un triste concepto de tu ideal.
Decídete de una vez para siempre.

Tienes una pobre idea de tu camino, cuando, al sentirte frío, crees que lo has perdido: es la
hora de la prueba; por eso te han quitado los consuelos sensibles.

Ausencia, aislamiento: pruebas para la perseverancia. -Santa Misa, oración, sacramentos,
sacrificios: ¡comunión de los santos!: armas para vencer en la prueba.


¡Bendita perseverancia la del borrico de noria! -Siempre al mismo paso.
Siempre las mismas vueltas. -Un día y otro: todos iguales.
Sin eso, no habría madurez en los frutos, ni lozanía en el huerto, ni tendría aromas el jardín.
Lleva este pensamiento a tu vida interior.

¿Que cuál es el secreto de la perseverancia?
El Amor. -Enamórate, y no "le" dejarás.



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ORACIÓN A SAN JOSEMARÍA

Oh Dios, que por mediación de la Santísima Virgen otorgaste a San Josemaría, sacerdote, gracias innumerables, escogiéndole como instrumento fidelísimo para fundar el Opus Dei, camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano: haz que yo sepa también convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte, y de servir con alegría y con sencillez a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las almas, iluminando los caminos de la tierra con la luminaria de la fe y del amor.
Concédeme por la intercesión de San Josemaría el favor que te pido... (pídase). Así sea.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

Consejos de San Jose Maria Escriva (EL APOSTOLADO)


 CONSEJOS RESPECTO A EL APOSTOLADO

 Así como el clamor del océano se compone del ruido de cada una de las olas, así la santidad
de vuestro apostolado se compone de las virtudes personales de cada uno de vosotros.

Es preciso que seas "hombre de Dios", hombre de vida interior, hombre de oración y de
sacrificio. -Tu apostolado debe ser una superabundancia de tu vida "para adentro".

Unidad. -Unidad y sujeción. ¿Para qué quiero yo las piezas sueltas de un reloj, aunque sean
primorosas, si no me dan la hora?

No me hagáis "capillitas" dentro de vuestro trabajo. -Sería empequeñecer los apostolados:
porque, si la "capillita" llega, ¡por fin!, al gobierno de una empresa universal... ¡qué pronto la
empresa universal acaba en capillita!


 Me decías, con desconsuelo: ¡hay muchos caminos! -Debe haberlos: para que todas las almas
puedan encontrar el suyo, en esa variedad admirable.
¿Confusionismo? -Escoge de una vez para siempre: y la confusión se convertirá en seguridad.

Alégrate, si ves que otros trabajan en buenos apostolados. -Y pide, para ellos, gracia de Dios
abundante y correspondencia a esa gracia.
Después, tú, a tu camino: persuádete de que no tienes otro.

Es mal espíritu el tuyo si te duele que otros trabajen por Cristo sin contar con tu labor. -
Acuérdate de este pasaje de San Marcos: "Maestro: hemos visto a uno que andaba lanzando
demonios en tu nombre, que no es de nuestra compañía, y se lo prohibimos. No hay para qué
prohibírselo, respondió Jesús, puesto que ninguno que haga milagros en mi nombre, podrá
luego hablar mal de mí. Que quien no es contrario vuestro, de vuestro partido es".

Es inútil que te afanes en tantas obras exteriores si te falta Amor. -Es como coser con una
aguja sin hilo.
¡Qué pena, si al final hubieras hecho "tu" apostolado y no "su" Apostolado!

Gozosamente te bendigo, hijo, por esa fe en tu misión de apóstol que te llevó a escribir: "No
cabe duda: el porvenir es seguro, quizá a pesar de nosotros. Pero es menester que seamos una
sola cosa con la Cabeza -'ut omnes unum sint!'-, por la oración y por el sacrificio".

Los que, dejando la acción para otros, oran y sufren, no brillarán aquí, pero ¡cómo lucirá su
corona en el Reino de la Vida! -¡Bendito sea el "apostolado del sufrimiento"!

Es verdad que he llamado a tu apostolado discreto, "silenciosa y operativa misión". -Y no
tengo nada que rectificar.

Me parece tan bien tu devoción por los primeros cristianos, que haré lo posible por
fomentarla, para que ejercites -como ellos-, cada día con más entusiasmo, ese Apostolado eficaz
de discreción y de confidencia.

Cuando pongas por obra tu "apostolado de discreción y confidencia", no me digas que no
sabes qué decir. -Porque -te diré con el salmo- "Dominus dabit verbum evangelizantibus virtute
multa" -el Señor pone en boca de sus apóstoles palabras llenas de eficacia.

Esas palabras, deslizadas tan a tiempo en el oído del amigo que vacila; aquella conversación
orientadora, que supiste provocar oportunamente; y el consejo profesional, que mejora su labor
universitaria; y la discreta indiscreción, que te hace sugerirle insospechados horizontes de celo...
Todo eso es "apostolado de la confidencia".

"Apostolado del almuerzo": es la vieja hospitalidad de los Patriarcas, con el calor fraternal de
Betania. -Cuando se ejercita, parece que se entrevé a Jesús, que preside, como en casa de
Lázaro.

Urge recristianizar las fiestas y costumbres populares. -Urge evitar que los espectáculos
públicos se vean en esta disyuntiva: o ñoños o paganos.
Pide al Señor que haya quien trabaje en esa labor de urgencia, que podemos llamar
"apostolado de la diversión".


 Del "apostolado epistolar" me haces un buen panegírico. -Escribes: "No sé cómo emborronar
papel hablando de cosas que puedan ser útiles al que recibe la carta. Cuando empiezo, le digo a
mi Custodio que si escribo es con el fin de que sirva para algo. Y, aunque no diga más que
bobadas, nadie puede quitarme -ni quitarle- el rato que he pasado pidiendo lo que sé que más
necesita el alma a quien va dirigida mi carta".

"La carta me cogió en unos días tristes, sin motivo alguno, y me animó extraordinariamente
su lectura, sintiendo cómo trabajan los demás". -Y otro: "Me ayudan sus cartas y las noticias de
mis hermanos, como un sueño feliz ante la realidad de todo lo que palpamos..." -Y otro: "¡Qué
alegría recibir esas cartas y saberme amigo de esos amigos!" -Y otro y mil: "Recibí carta de X. y
me avergüenza pensar en mi falta de espíritu comparado con ellos".
¿Verdad que es eficaz el "apostolado epistolar"?

"Venite post me, et faciam vos fieri piscatores hominum" -venid detrás de mí, y os haré
pescadores de hombres. -No sin misterio emplea el Señor estas palabras: a los hombres -como a
los peces- hay que cogerlos por la cabeza.
¡Qué hondura evangélica tiene el "apostolado de la inteligencia"!

Es condición humana tener en poco lo que poco cuesta. -Esa es la razón de que te aconseje el
"apostolado de no dar".
Nunca dejes de cobrar lo que sea equitativo y razonable por el ejercicio de tu profesión, si tu
profesión es el instrumento de tu apostolado.

"¿Acaso no tenemos facultad de llevar en los viajes alguna mujer hermana en Jesucristo, para
que nos asista, como hacen los demás apóstoles y los parientes del Señor y el mismo Pedro?"
Esto dice San Pablo en su primera epístola a los Corintios: -No es posible desdeñar la
colaboración de "la mujer en el apostolado".

"Algún tiempo después -se lee en el capítulo VIII de San Lucas- andaba Jesús por las
ciudades y aldeas predicando, y anunciando el reino de Dios, acompañado de los doce y de
algunas mujeres, que habían sido libradas de los espíritus malignos y curadas de varias
enfermedades, de María, por sobrenombre Magdalena, de la cual había echado siete demonios,
y de Juana, mujer de Cusa, mayordomo del rey Herodes, y de Susana y de otras que le asistían
con sus bienes".
Copio. Y pido a Dios que, si alguna mujer me lee, se llene de una santa envidia, llena de
eficacia.

Más recia la mujer que el hombre, y más fiel, a la hora del dolor.
-¡María de Magdala y María Cleofás y Salomé!
Con un grupo de mujeres valientes, como esas, bien unidas a la Virgen Dolorosa, ¡qué labor
de almas se haría en el mundo!


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ORACIÓN A SAN JOSEMARÍA

Oh Dios, que por mediación de la Santísima Virgen otorgaste a San Josemaría, sacerdote, gracias innumerables, escogiéndole como instrumento fidelísimo para fundar el Opus Dei, camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano: haz que yo sepa también convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte, y de servir con alegría y con sencillez a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las almas, iluminando los caminos de la tierra con la luminaria de la fe y del amor.
Concédeme por la intercesión de San Josemaría el favor que te pido... (pídase). Así sea.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.