miércoles, 21 de agosto de 2013

Consejos de San Jose Maria Escriva (LA AUDACIA)


 CONSEJOS RESPECTO LA AUDACIA

 No seáis almas de vía estrecha, hombres o mujeres menores de edad, cortos de vista,
incapaces de abarcar nuestro horizonte sobrenatural cristiano de hijos de Dios. ¡Dios y audacia!

Audacia no es imprudencia, ni osadía irreflexiva, ni simple atrevimiento.
La audacia es fortaleza, virtud cardinal, necesaria para la vida del alma.

Te decidiste, más por reflexión que por fuego y entusiasmo. Aunque deseabas tenerlo, no
hubo lugar para el sentimiento: te entregaste, al convencerte de que Dios lo quería.
Y, desde aquel instante, no has vuelto a "sentir" ninguna duda seria; sí, en cambio, una
alegría tranquila, serena, que en ocasiones se desborda. Así paga Dios las audacias del Amor.

He leído un proverbio muy popular en algunos países: "el mundo es de Dios, pero Dios lo
alquila a los valientes", y me ha hecho reflexionar.
-¿A qué esperas?

No soy el apóstol que debiera ser. Soy... el tímido.
-¿No estarás achicado, porque tu amor es corto? -¡Reacciona!

Las dificultades te han encogido, y te has vuelto "prudente, moderado y objetivo".
-Recuerda que siempre has despreciado esos términos, cuando son sinónimos de cobardía,
apocamiento y comodidad.

¿Miedo?: es propio de los que saben que obran mal. Tú, nunca.

Hay una cantidad muy considerable de cristianos que serían apóstoles..., si no tuvieran
miedo.
Son los mismos que luego se quejan, porque el Señor -¡dicen!- les abandona: ¿qué hacen ellos
con Dios?

Somos muchos; con la ayuda de Dios, podemos llegar a todas partes, comentan
entusiasmados.
-¿Por qué te amilanas, entonces? Con la gracia divina, puedes llegar a ser santo, que es lo que
interesa.

Cuando remuerde la conciencia, por haber dejado de realizar una cosa buena, es señal de que
el Señor quería que no la omitiéramos.
-Efectivamente. Además, ten por cierto que "podías" haberla hecho, con la gracia de Dios.

No lo olvidemos: en el cumplimiento de la Voluntad divina, las dificultades se pasan por
encima..., o por debajo..., o de largo. Pero..., ¡se pasan!

Cuando se trabaja para extender una empresa apostólica, el "no" nunca es una respuesta
definitiva: ¡insistid!

Eres demasiado "precavido" o demasiado poco "sobrenatural" y, por eso, te pasas de listo: no
te inventes tú mismo las "pegas", ni quieras despejarlas todas.
-Quizá el que te escucha sea menos "listo" o más "generoso" que tú y, como cuenta con Dios,
no te pondrá tantos peros.

Hay unos modos de obrar tan prudenciales que, en una palabra, significan pusilanimidad.

Convéncete: cuando se trabaja por Dios, no hay dificultades que no se puedan superar, ni
desalientos que hagan abandonar la tarea, ni fracasos dignos de este nombre, por infructuosos
que aparezcan los resultados.

Tu fe es demasiado poco operativa: se diría que es de beato, más que de hombre que lucha
por ser santo.

¡Serenidad!, ¡audacia!
Desbarata con esas virtudes la quinta columna de los tibios, de los asustados, de los traidores.

Me aseguraste que querías luchar sin tregua. Y ahora me vienes alicaído. Mira, hasta
humanamente, conviene que no te lo den todo resuelto, sin trabas. Algo -¡mucho!- te toca poner
a ti. Si no, ¿cómo vas a "hacerte" santo?

No te lanzas a trabajar en esa empresa sobrenatural, porque -así lo dices tú- tienes miedo a
no saber agradar, a hacer una gestión desafortunada. -Si pensaras más en Dios, esas sinrazones
desaparecerían.

A veces considero que unos pocos enemigos de Dios y de su Iglesia viven del miedo de
muchos buenos, y me lleno de vergüenza.

Mientras hablábamos, afirmaba que prefería no salir nunca del chamizo donde vivía, porque
le gustaba más contar las vigas de "su" cuadra que las estrellas del cielo.
-Así son muchos, incapaces de prescindir de sus pequeñas cosas, para levantar los ojos al
cielo: ¡ya es hora de que adquieran una visión de más altura!

Comprendo la alegría sobrenatural y humana de aquél, que tenía la fortuna de ser una
avanzadilla en la siembra divina.
"Es estupendo sentirse único, para remover toda una ciudad y sus alrededores", se repetía
muy convencido.
-No esperes a contar con más medios o a que vengan otros: las almas te necesitan hoy, ahora.

Sé atrevido en tu oración, y el Señor te transformará de pesimista en optimista; de tímido en
audaz; de apocado de espíritu en hombre de fe, ¡en apóstol!

Los problemas que antes te acogotaban -te parecían altísimas cordillerashan desaparecido
por completo, se han resuelto a lo divino, como cuando el Señor mandó a los vientos y a las
aguas que se calmaran.
-¡Y pensar que todavía dudabas!

"¡No ayudéis tanto al Espíritu Santo!", me decía un amigo, en broma, pero con mucho miedo.
Contesté: pienso que "le ayudamos" poco.

Cuando veo tantas cobardías, tantas falsas prudencias..., en ellos y en ellas, ardo en deseos de
preguntarles: entonces, ¿la fe y la confianza son para predicarlas; no, para practicarlas?

Te encuentras en una actitud que te parece bastante rara: por una parte, achicado, al mirar
para adentro; y, por otra, seguro, animado, al mirar para arriba.
-No te preocupes: es señal de que te vas conociendo mejor y, ¡esto sí que importa!, de que le
vas conociendo mejor a El.

¿Has visto? -¡Con El, has podido! ¿De qué te asombras?
-Convéncete: no tienes de qué maravillarte. Confiando en Dios -¡confiando de veras!-, las
cosas resultan fáciles. Y, además, se sobrepasa siempre el límite de lo imaginado.

¿Quieres vivir la audacia santa, para conseguir que Dios actúe a través de ti? -Recurre a
María, y Ella te acompañará por el camino de la humildad, de modo que, ante los imposibles
para la mente humana, sepas responder con un «fiat!» -¡hágase!, que una la tierra al Cielo.


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ORACIÓN A SAN JOSEMARÍA

Oh Dios, que por mediación de la Santísima Virgen otorgaste a San Josemaría, sacerdote, gracias innumerables, escogiéndole como instrumento fidelísimo para fundar el Opus Dei, camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano: haz que yo sepa también convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte, y de servir con alegría y con sencillez a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las almas, iluminando los caminos de la tierra con la luminaria de la fe y del amor.
Concédeme por la intercesión de San Josemaría el favor que te pido... (pídase). Así sea.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

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